-Jack, no sé. Es que no sé- fue lo único que se me ocurrió decir, la mirada concentrada en la viruta de suciedad en la punta de mis zapatos.
Recuerdos de hace unos meses volvieron a mi alcance. Mis entrañas se retorcieron aún más: la chica rubia, el golpe en la mesa, chupitos de licor café, calor…
-Sandra, me extraña también de ti que te creas todo lo que te dicen.
Me levanté, inquieta. Notaba cómo un barullo inundaba mi cabeza, nublando mi capacidad de pensar con claridad. Necesitaba moverme, caminar y despejarme.
Quería estar sola otra vez, ansiaba ponerme los cascos de música y perderme por aquellas calles. Ansiaba escapar de mí misma, de mi inconformismo ante mis propias decisiones, las adecuadas para autodestruirme.
Quería tomarme un café mientras leía un libro bajo la mirada cálida del sol. Posar mis pies en la hierba y caminar descalza por el parque Bonaval. Escuchar a los chicos tocar la guitarra, o al perro ladrar de felicidad mientras corre tras la pelota.
Cualquier cosa menos enfrentarme a quien más daño y más cariño me había proporcionado en mi corta vida. Es difícil afrontar a alguien a quien sigues queriendo, aún después de haber hecho daños que podrían considerarse irreparables.
-Necesito dar un paseo- le dije, evitando hablar sobre el tema.
-Sandra, yo te quiero. Por favor…
Lágrimas rodaron por mis mejillas mientras mis hombros comenzaron a convulsionarse.
Los sollozos nacían desde lo más hondo de mi corazón, un dolor desgarrándome por dentro como aquellos primeros días del final.
Quería que me abrazara, que me besara y me acariciara el pelo. Que me dijera que todo saldría bien.
Mis problemas siempre se habían esfumado con el aire cuando sus labios rozaban mi piel, o cuando sonreía, con aquellos ojos de corderito degollado.
-Jack, cómo podré volver a confiar en ti? Cómo osas decirme eso después de lo que hiciste? Por qué el año pasado y no hace cuatro, cuando no salías con nadie? Jack, por qué me dejaste quererte tanto cuando yo para ti era un mero postre, un juego?
No podía seguir allí con él, maldición y cura.
Necesitaba huir, huir de mí, de él, del pasado y de nosotros.
En mi fuero interno sabía que estaba montando una escena dramática y adolescente.
Pero, ay! Cómo duele cuando te hacen a ti daño, y qué poco se nota si no juegan con tu confianza, sentimientos, tiempo, sacrificios…
-Adiós, Jack, que te vaya bien. Ojalá encuentres alguna vez a alguien que te quiera y te cuide, y de la que te enamores verdaderamente. Yo seguiré queriéndote siempre, aún sigo haciéndolo.
Me giré, sacando los cascos de música de mi bolsillo y acelerando el paso.
Me alejé del amor de mi vida para poder conservar los pedacitos de mi corazón y mi cordura.
Las lágrimas aún empaban mi rostro, pero ya no caían más.
Lo peor era el dolor punzante en mis entrañas, pero eso no se veía.
Jack no intentó seguirme, no hizo ningún amago de mover un dedo hacia mí. Era la primera vez que le mostraba lo mucho que me había afectado lo que me había hecho. Se había quedado sin palabras, quizás calándole la importancia y consecuencias de sus acciones hace unos meses. La gravedad de ellas aún acarreaban consecuencias hoy por hoy.
Volví de nuevo a la biblioteca tras comprar un café en el Universal, la cafetería deen frente en la cual ya me conocían, y en la que la que nos habían conocido.
Cuatro horas más tarde, agotada hasta la extenuación, me levanté de la silla y recogí mis cosas.
Me había costado concentrarme, pero al final lo había conseguido. Aquel lugar siempre me calmaba, recordándome a las bibliotecas inglesas típicas de hogares de los británicos adinerados. Acogedor y tranquilo.
Cuando al fin llegué al piso, me di una ducha rápida, cené y me metí como una bala en la cama.
Me dormí casi instantáneamente, y muy profundamente.